La Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres define un desastre como "una interrupción grave del funcionamiento de una comunidad o una sociedad a cualquier escala debido a eventos peligrosos que interactúan con las condiciones de exposición, vulnerabilidad y capacidad, lo que lleva a uno o más de los siguientes: pérdidas e impactos humanos, materiales, económicos y ambientales".
La magnitud de la DANA en Valencia cumple, lamentablemente, todos los elementos contenidos en esta definición derivados en este caso de un fenómeno atmosférico extremo. El orden de importancia es lógicamente, en primer lugar, la irreparable pérdida de vidas humanas, pero aunque a continuación se ponen de manifiesto los daños económicos y materiales, poco se habla porque parece que queda relegado a un escalón inferior, del enorme impacto ambiental generado por esta tragedia natural, la mayor en la historia de España.
Solo con las cifras que ya conocemos desde casi los primeros días podemos afirmar que el daño al medio ambiente es de una proporción inconmensurable: 120.000 coches destruidos muchos de los cuales aún no han podido ser retirados ni se les va a poder dar el tratamiento adecuado; 145.000 viviendas afectadas con la mayor parte de su contenido convertido en residuos (especialmente enseres y voluminosos); 57 polígonos totalmente destruidos con casi 12.000 empresas damnificadas también con sus correspondientes residuos; y un impacto directo en el Parque Natural de l'Albufera, el río Turia y otros cursos fluviales, por el arrastre derivado de la gran riada.
Por lo que respecta al parque automovilístico, la cifra de vehículos afectados equivale a un quinto de los que cada años absorben los centros autorizados de tratamiento en España. La primera operación necesaria es la descontaminación, extrayendo todos los fluidos y elementos peligrosos, tales como combustible, aceite de motor, líquido refrigerante, de freno, de embrague..., que introducen en contenedores y se entregan a gestores de residuos para su correcta gestión ambiental. Dada la magnitud de los vehículos afectados esto está resultando del todo imposible, por lo que el temor es que todos estos contaminantes acaben filtrándose en el suelo.
En apenas un mes se han retirado ya 200.000 toneladas de residuos voluminosos procedentes del impacto de las inundaciones en los municipios afectados (el equivalente a la retirada que se hace de este tipo de residuos en todo un año en la Comunitat Valenciana), que han acabado en vertederos autorizados y en canteras, pero a los que no se le ha podido dar ningún tipo de tratamiento previo, por un lado, por la necesidad y urgencia de la retirada y, por otro, porque al estar mezclados con el lodo y el barro hacía del todo imposible su valorización.
Por último, las depuradoras de las zonas afectadas durante los primeros días han estado averiadas o no han funcionado correctamente, por lo que se ha producido una entrada de aguas residuales sin tratar en los sistemas naturales y también se ha producido la llegada de residuos sólidos a la Albufera y otros ríos y cauces, que habrá que ir retirando para restaurar los ecosistemas.